Comentario de la Editora
IMPACTADA,
ALUCINADA, ENLOQUECIDA. Siento en cada frase la catarsis pura, el parto natural
en cada letra. Existencialismo puro y maravilloso.
Es
un cuento tremendamente subjetivo con mil interpretaciones posibles. Para mí es
una descripción de distintos aspectos en distintos momentos del mismo ser. Presentás a sus miedos, dudas, sueños,
ganas, deseos, incluso a sus mismas experiencias en la personificación de
distintos seres. Seres que se corresponden, que son del mismo ser. Que se
separan, se buscan, se encuentran, se necesitan, se desean, se añoran, se extrañan;
pero por sobre todo, se pertenecen. Y esa pertenencia hace que, aunque fuesen
diferentes seres, ambos sean partícipes de la mutación de los dos al mismo
tiempo. Por eso es que al verse, al buscar el “vos” su reflejo en el “yo” -y a
la inversa- ambos se dan cuenta que no sólo cada uno cambió en sí mismo sino,
además, los ojos de ese reflejo, de esa parte que se fue y otra que se quedó,
también ven diferente la misma realidad. Cambiaron el ser y la percepción y eso
genera tensión en la relación que se transmite enteramente al entorno.
Podés pensar desde Platón por la imagen
de la cueva -en esto no me voy a explayar- y me encanta la participación del
tiempo. Es una figura tácita, que aparece escondida y es completamente
atemporal. Porque pasan días, meses, años que verdaderamente no pasan, es una
temporalidad subjetiva porque no hablamos de procesos, no hablamos de un ciclo,
de una meta a la que llegar, sino interna, del ser. Más bien es una
transformación desglosada en sus partes -viva Kafka y “metamorfosis”- que en
ningún momento deja de ser uno, siempre ese hilo de correspondencia que los
une, pero, paradójicamente, esas partes no se pueden unificar siendo uno. Así
se puede hablar de una temporalidad lineal -los hechos se suceden uno tras
otro-, pero también se manifiestan quiebres temporales, retrospecciones; una
búsqueda incesante del antes, del qué pasó, del recuerdo.
Es
sumamente empirista, creás una especie de “relación” con la
realidad. Los “vos”, “Vos”, “yo” y “Yo”, cada uno por separado, establecen una
conexión muy personal con la realidad, que también es una y varias. Relativismo
puro y magnífico.
El
miedo del “querer ser” es una gran constante, y el “ser en el otro” por mis
miedos. Buscar reflejar mis anhelos en el otro que sí se anima a hacer eso que
yo no puedo porque tengo miedo. Y es tanta la desesperación del “querer ser”
que parecen los “vocecitos” buscando a ese “Vos” que sí es.
Me
encanta que juegues con el verbo “ser” y no “estar”. Así se refleja pureza y no
estados transitorios y momentáneos. Y maravilloso empezarlo con “había una
vez”, “una fabulita de pastores” -pensas al principio-.
Y
sobre el concepto de libertad que proponés tenemos dos pipas y media. En su
misma libertad se autolimita, se autocensura buscando ser quien
no es para llegar a ser ese “Vos”; y ese “vos” que después muta al “Vos” no
deja de ser una mera creación, un simple reflejo de ese yo. Ahí su
contradicción que jamás podrá ser en el mismo, aunque así lo creyese.
Construyendo una realidad sobre esa
distorsión, basándose en el “poder ser”, pero no ejerciendo totalmente esa
posibilidad. Porque se siente esa búsqueda de totalidad en las partes y no -y
en vez de- las partes de la totalidad, eliminando eso que no se quiere ver, que
no significa que no sea o desaparezca.
/NP
No hay comentarios:
Publicar un comentario